Antiguamente las ciudades
estaban muy oscuras por las noches, por supuesto especialmente en invierno con
los días mucho más cortos. Esto ha cambiado. Hoy en día todas están muy
iluminadas, y en esta época navideña hacen gala de muchas luces de colores y figuras
hermosas para recordarnos el nacimiento de Jesús, porque
Jesús dijo . Pero esas luces externas no nos
quitan de encima las espesas nubes que oscurecen nuestra vista. Se trata de
nuestras acariciadas ilusiones que nos impiden ver el mundo real, el mundo tal
cual es. Cuando se vayan cayendo esos velos delante de nuestra vista, cuando
hayamos atravesado la fase de la oscuridad hasta el fondo, veremos cada vez más
el mundo real con mayor claridad, y se irá
haciendo cada vez más la luz en nosotros. Al principio suele ser un
tenue vislumbre; conforme vayamos siguiendo con nuestra práctica espiritual con
dedicación sincera, llegaremos a experimentar una iluminación más profunda. Nos
daremos cuenta que somos seres de luz, caeremos en la cuenta de la luz que
impregna el universo desde siempre. Nunca ha faltado, pero antes no fuimos capaces
de verla. Gracias a ella viviremos con paz en este mundo tan lleno de tragedias
que nos llegan a diario por los medios de comunicación. Convendría a diario
preguntarnos: ¿Estamos despiertos? ¿Estamos realmente despiertos? Viendo la
luz, viviendo en la luz, nos volveremos más compasivos y responsables con los
demás y con el medio ambiente. En los sesshin oímos cada noche la frase:
Todos estamos implicados en la tarea de contribuir al progreso de la evolución,
de ayudar e influenciar a otros a descubrir la luz. La experiencia espiritual
profunda vivifica en nosotros la creatividad, configurando el mundo y
haciéndonos responsables de nuestros congéneres.
Os deseo un luminoso Año 2019 con
el siguiente Tanka de Hirata Atsutane (1776-1843):
Las personas creen
que todo lo que realizan
se origina en ellas mismas.
Ya nadie está consciente
de que un Dios les señala el
Camino.
Baika-an, Adviento 2018 (Asturzen)