Mirando
atrás en este año 2019 cabe destacar el Kenshukai que celebró nuestra escuela
Sanbo Zen en el mes de agosto en el norte de Alemania, en la ciudad de Osnabrück,
conocida por la Paz de Westfalia que se firmó después de la guerra de los
treinta años que devastó gran parte de Europa. Participamos Loli Castrelo,
Javier Gil y yo. Fue una experiencia honda y fraternizamos con los demás
maestros y estudiantes avanzados, aspirantes a recibir algún año el
reconocimiento oficial de nuestra escuela.
Ahora estamos ya en la época de
Adviento y pronto celebraremos la Fiesta de la Navidad, de la encarnación de
Dios en Jesús. Limitar esta epifanía únicamente a Jesús queda muy corto. Lo que
entendemos por el término Dios, en el Zen lo llamaríamos Vacío, se “encarna” en
todo ser y en toda cosa. Lo universal se manifiesta en lo personal. La no forma
existe en la forma. La no persona existe en la persona. En todo ser humano Dios
es persona. También nosotros somos teófanos, una manifestación de lo divino.
Jesús nos anuncia esa divinidad.
Quiere que caigamos en la cuenta de que el reino de Dios está en nosotros, de
que tenemos vida eterna, de que somos hijos de Dios. Dios nos habita.
Algún día la humanidad se habrá
desarrollado hasta el punto que nos reconoceremos como hijas e hijos de Dios.
Entonces habrá paz en el mundo, y no antes.
En este sentido os deseo una
Feliz Navidad y un Año 2020 que nos adelante en nuestro caminar hacia el nivel
de la experiencia profunda, kensho, porque únicamente allí la vida revela su
sentido en toda su trascendencia.
Carmen, Baika-An
Feliz Navidad